Que sublime consuelo, desde hoy, ser dueña de su desdén.
No sé yo hasta qué punto consuela ser dueño del desdén de nadie, Yunuén, pero gracias.
Que sublime consuelo, desde hoy, ser dueña de su desdén.
ResponderEliminarNo sé yo hasta qué punto consuela ser dueño del desdén de nadie, Yunuén, pero gracias.
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