miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Movida.

El alcalde lo proclama alto y claro:
—El que no esté colocado, que se coloque.
Los rockeros lo celebran con litronas en alto. Las ancianas se santiguan y corren a esconderse en sus portales. Las personas de orden tuercen el bigote y añoran el firme andamiaje que solía mantener la patria en equilibrio.
Ni unos ni otros saben dónde iremos a parar.
En la cola de las salas de moda, los pelos de colores y las chupas de cuero han borrado las barbas y las trenkas que corrían delante de los grises.
La juventud se desvanece deprisa. La política es cosa de jefes de planta de El Corte Inglés que abominan de los estribillos de moda. Que se ocupen ellos. Las revistas y los fanzines no dejan de recordarnos que la libertad sopla con fuerza tras cuarenta años de acumulación.
Los curas se pudren en las iglesias.
Los fascistas envejecen dentro de sus fotos en blanco y negro.
El alcalde de Madrid es socialista y profesor.
Sus ojos arrugados por los siglos retienen las maniobras en la trastienda del incesante movimiento; baile de sombras coronadas, sombras que cuentan billetes y sombras rematadas en tricornio.
Quienes eran etiquetados como enemigos ocupan escaños en el parlamento. Los bárbaros, portadores del virus del caos, la disolución y la anarquía han resultado caber estupendamente en los trajes de El Corte Inglés. Todos sonríen en las fotos.
Pero al fondo las sombras retienen el timón de la patria, por más que los criminales hayan conquistado su derecho a vestir traje y salir en las fotos.
El alcalde lo proclama alto y claro:
—El que no esté colocado, que se coloque.