miércoles, 17 de julio de 2013

Trascendencia.

Les engañaría si digo que nos pusimos a charlar sobre la formación del universo y del globo terráqueo: ella rodeó mi cabeza con las piernas; yo empecé a lamer.
Les mentiría si digo que nos rebelábamos ante un tabú religioso o ideológico de nuestra cultura, que saltábamos por encima de miedos ancestrales o de nueva creación.
Les embaucaría si pretendo hacerles creer que nos vimos atravesados por un auténtico flechazo: que coincidíamos en criterios, objetivos, fondos, formas, sueños, esperanzas y perspectivas de desarrollo personal y común.
Fue un polvo de seis minutos, en el sórdido aseo de un no menos sórdido after.
No llegué a saber cómo se llamaba y jamás la volví a ver.
Sólo que, contado así, pierde importancia.

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