miércoles, 20 de marzo de 2013

Antonio García Trevijano.

 
Viaje hasta dónde viaje a lo largo de la historia reciente de España, me encuentro con García Trevijano. García Trevijano junto al rey cadete. García Trevijano en la cárcel de la Transición. García Trevijano en el plató envuelto en humo de La Clave.
Todavía en 2012, le escucho a la vez dentro y fuera de mi cabeza. Con su tono de institución irrebatible, como si la inmensa mayoría de los españoles le hiciera el menor caso, o como si la ínfima minoría de españoles que interesa se lo hiciera todo. 
Dice Trevijano que el Rey montó el golpe de estado del 23F y que a él se lo contó Sabino Fernández Campo. Es ocioso preguntarse por qué el secretario de la Casa Real —militar, franquista y monárquico hasta la médula— pudo confesarle algo así, pero, hasta donde sabemos, Trevijano pudo estar presente, en el mismísimo despacho de don Juan Carlos, haciendo gala de su sabiduría y su superioridad verbal, montando y desmontando el golpe, tutelando con su varita mágica el destino de la nación y desvaneciéndose después sin dejar rastro.
¿Cuántos años tiene Trevijano? ¿Cuántos tuvo siempre? Uno viaja por la historia de España y se lo encuentra allí, sosteniendo un nuevo proceso constituyente que siempre está a punto de llegar, la Tercera República presidencialista y de derechas, ahora, ahorita mismo, en cuanto muera Franco, ahora, ahorita mismo, no más abdique el Rey. Uno se lo encuentra realizando el titánico esfuerzo de pensar por todos, como si el mero hecho de hacer chocar la cabeza contra el yunque de su férrea convicción fuera a traer la República. O como si a él, Trevijano, presente a dónde mires en la Historia, lo conociera más de un uno por ciento de la población.

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